La riada cambió Chiclana. Las aguas del río Iro se llevaron casas, puentes y hasta un teatro. También cosas no tangibles, muchos recuerdos de otra época. El acusado carácter agrícola se pierde entonces y es ahí, después del sesenta y cinco, cuando nos encontramos con una ciudad más alegre, más participativa y moderna, más urbana y emprendedora. Ahora sí, desapareció la Villa.
Ya no es una ciudad que descubre el visitante, que también; ahora nos encontramos ante una actitud más positiva y abierta, en la que es Chiclana la que se muestra, la que da a conocer su belleza y singularidad, queriendo salir al fin del grisáceo pasado hacia un excitante futuro.
La Feria es un reflejo claro de ese cambio. Atrás quedaría la sobriedad del blanco y negro, el ganado como leitmotiv de la fiesta, la cucaña, los cabezudos... Es entonces cuando aparecen artistas de talla internacional, cuando la cabalgata se llena de frescura y color, cuando los chiclaneros salen a la calle a ver a las damas de honor y a su reina, a Joaquín Prat anunciando la fiesta, el motocross, a Emilio Oliva, a Fina...
En esta exposición mostramos a través de carteles, de fotografías y de documentos textuales, cómo se produjo ese cambio desde finales de la década de los sesenta hasta la llegada de la democracia, y cómo con esa vicisitud se formó la base de la feria actual y de la misma Chiclana. Asimismo, pretendemos reflejar cómo se organizaban los eventos, cómo se diseñaban las programaciones, las pequeñas incidencias existentes con la censura o, simplemente, los gustos que empezaban a llegar a través de la televisión y de los visitantes.
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