Las prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en nuestro término municipal han sacado a la luz asentamientos que abarcan desde el Paleolítico Inferior hasta la Edad de Bronce.
El poblamiento y la primera ocupación importante de nuestro espacio se iniciaron a partir de unas bases de ocupación del Achelense, constatado en las formaciones de las terrazas del río Iro y en medios litorales. Esta ocupación continuó en el Neolítico con las pequeñas aldeas de Las Mesas y La Esparragosa, donde se desarrollaron nuevas formas de producción agraria. El posterior aumento demográfico incrementó el número de asentamientos ya en el Neolítico Final y el Calcolítico (La Nava, El Fontanal), y los poblamientos de la Edad del Cobre alcanzaron grandes dimensiones (El Castillo, Las Lagunetas). Por último, en la Edad del Bronce, los restos arqueológicos evidencian la pervivencia de algunos enclaves costeros y de interior (El Castillo, la Torre del Puerco). La ocupación de Las Mesas es ininterrumpida desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce. De estos asentamientos proceden la totalidad de las piezas originales expuestas en la sala primera de nuestra exposición permanente, mayormente dedicada a los primeros pobladores de nuestro territorio.
Una muestra de minerales de la zona da paso a una de líticos tallados que, a golpe de vista, nos explican que, si el sólo uso por parte del ser humano transforma la realidad, el avance de la técnica crea objetos auténticamente novedosos, herramientas que mejoran las condiciones de vida de los habitantes de nuestro territorio. La pulimentación de la piedra, que da nombre al Neolítico, y la cerámica nos hablan de un nivel superior de desarrollo en el que la agricultura, que permitirá a los pobladores asegurar hasta cierto punto su subsistencia, hará posible el desarrollo de otras inquietudes: preocupación por la belleza más allá de la sólo utilidad, preocupación por una posible vida sobrenatural, etc...
Una reflexión, pues, sobre nuestra capacidad de adaptarnos al medio y de adaptar nuestro propio entorno a nuestras necesidades. Y una reflexión también sobre este extraño animal que, tal vez saciados la sed y el hambre, experimenta otras necesidades a las que trata, de algún modo, de dar respuesta.