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Entre dos luces

del románico al gótico
De 04/05/2017 hasta 27/08/2017
  • Exposiciones temporales

Demasiados siglos para acertar, con tino y justicia, a definir en una sola palabra -¡y común a todos ellos!- la Edad Media. Así, expresiones no muy adecuadas gozaron de largo éxito. Los siglos oscuros, por ejemplo.

Nosotros hemos querido, aunque sea para compensar, hablar de la luz que, de un modo u otro, inundó el Medievo, y de la cual perduran los destellos -aparte otros- en el arte del Románico y el Gótico.

Pero no hablamos de luz en singular. Decimos luces. Entre dos luces, pues a nadie escapa la muy diferente presencia de la luz en las construcciones románicas y en las góticas. Los anchos muros apenas con aspilleras de los no muy altos templos de la alta Edad Media frente a los amplios vanos cubiertos con vidrieras de las esbeltas catedrales de los últimos siglos medievales.

¿Cómo se pasó paulatinamente de un estilo a otro, de una luz a otra, que durante un tiempo incluso convivieron? ¿Cómo afectó a la pintura y a la escultura, a la representación de la figura humana sobre todo?

De las muchas razones que al respecto se esgrimen para justificar este cambio de paradigma, esta exposición se detiene en ciertos supuestos filosóficos que no resultan del todo ajenos a lo que planteamos.

Una alta Edad Media en la que el predominio aún del platonismo y el descrédito -cuando no el desprecio- consecuente del cuerpo y los sentidos remiten a una luz interior, a un saber interior, frente a una baja Edad Media en la que la recuperación -vía Maimónides, Averroes y otros- del aristotelismo, y su adopción -vía Tomismo- por parte de la Iglesia, pondrían de nuevo en valor la información que los sentidos ofrecen, luz de fuera que en nosotros se adentra.

De una pintura casi conceptual sin concesiones al individuo, al realismo más naturalista y al retrato; del predominio del dibujo y el recurso a colores planos, a la complejidad de los volúmenes representados y el afán de perspectiva; de una pintura casi épica sin apenas más que los elementos mínimos que la acción necesita, a la proliferación casi lírica de detalles exhaustivos…

Réplicas de piezas antiguas y recreaciones más o menos libres del XIX y el XX -pintura, escultura, esmalte, orfebrería, etc.…- nos acompañarán en esta reflexión.

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